Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

martes, 2 de diciembre de 2014

TIERRA SOÑADA


 
 
 
Ayer me regalaron un libro. Es una edición de homenaje popular del Romancero Gitano publicada en el año 1937 y prologada por Alberti. Sentí un escalofrío. El ejemplar había estado durmiendo setenta y tantos años en los estantes de una vieja librería sin que nadie abriese sus páginas. Conservación impecable, como recién salido de las imprentas catalanas de la Guerra Civil. Inconfundible pátina. Olor a tinta y celulosa envejecidas. Una joya.

Lo curioso es que las palabras de los poetas de entonces serían tachadas de revolucionarias y radicales si las aplicásemos a ciertas situaciones actuales, si pudiéramos escribir con el mismo coraje y la misma alma, con el mismo valor y similar contundencia. ¡Qué pena! Desconozco si el país ha perdido muchas oportunidades o las oportunidades han dejado tirado a este país. Pero, tal vez, esa sea otra historia y deba ser narrada en diferente ocasión.

Con el libro llegó un regalo, más sutil e inesperado. Piezas de un puzzle perdidas hace años, recuerdos extinguidos en el fragor de las batallas de la vida. Granada. El calor de septiembre en el Generalife. Paseos nocturnos por las orillas del Darro. El sol asomando a mis espaldas tras las rojizas colinas de tierra. El sabor y el aroma.

Fueron unos segundos, el mágico tiempo suficiente para revivir sentimientos y sensaciones...En viejos álbumes guardaba fotografías realizadas con mi primera réflex analógica, pero no es lo mismo observar una imagen estática a la que los ojos se van acostumbrando que recuperar el sentido de la plena experiencia con todos sus matices. Ahora lo sé. Ahora me reconozco caminando entre decenas de japoneses asidos con fervor sobrehumano a sus cámaras. Bebiendo el agua directamente de la botella sin respirar. Sintiendo el rugir de la tormenta en la lejana sierra. Abotonando la falda que se empeñaba en dejarme las rodillas al aire. Releyendo poemas de Federico.

En ocasiones desvarío, cada vez más a menudo, pensando que lo que no recordamos, que lo que hemos callado, en realidad, nunca ha sucedido. Se lo lleva el olvido, con las mareas del tiempo, hasta islas desiertas y allí muere de soledad.

Otras veces echo mano de una extravagante teoría de posibilidades infinitas, y creo que en algún lugar continuamos viviendo la vida que se interrumpió, la que cambió su rumbo, la que nunca halló su ocasión. El algún lugar del espacio-tiempo no he perdido a las personas que amo y todavía sonrío con los ojos abiertos a un mundo menos gris. En ese mundo tenemos otros hijos y somos lo que queríamos haber sido antes de que el viento arrastrase las naves hacia desconocidas costas. Caminamos por las calles de otras ciudades, continuamos persiguiendo el rayo verde, reímos y lloramos al lado de otros amigos, nos vestimos de colores diferentes y soñamos que tal vez nuestro camino podría haber sido distinto.

En ese lugar, bajo un sol radiante, junto a las Torres Bermejas de la Alhambra, un Lorca centenario me recita los poemas que jamás escribió y relata anécdotas de una España menos cruel y más humana.