Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

sábado, 11 de abril de 2015

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO





A veces, la vida te regala sueños. Hay que ser cauto con ellos, porque, aunque inconsistentes y volubles, son capaces de mover montañas, de resucitar cadáveres o de propulsarnos a la velocidad de la luz.
Los sueños anidan en un medio hostil, perseguidos y castigados por la cruda realidad (que viene a ser algo similar a la Santa Inquisición) y alimentados por el viento de la esperanza (que presta fuerza a sus frágiles velas). Así sobreviven, van creciendo o extinguiéndose, rimando con la verdad o el disparate.
Hace unas semanas, visitó nuestro centro escolar un soñador, frutero de profesión y arqueólogo de alma. La sencillez y la claridad suelen hacer honor a las mentes mejor amuebladas, al contrario que la grandilocuencia y la fanfarronería, siempre en boca de los mediocres. Resulta muy gratificante poder contar con ejemplos vivos que abran los ojos de nuestros futuros hombres y mujeres, personas capaces de perder su tiempo y su gasolina sembrando interés por nuestra historia, por nuestro patrimonio, por nuestra identidad, en definitiva.
Hoy, que casi todos pertenecemos (al menos, por momentos) al Club del Adoquín, nos emperramos en continuar circulando en la misma dirección dentro de un callejón sin salida, se nos meten entre ceja y ceja mil ideas absurdas, nos cuadramos y arrodillamos ante una sociedad ególatra. Es el reino mítico del dime cuánto ganas y te diré quién eres.
Precisamos, más que nunca, de ejemplos que demuestren que el saber, el conocimiento y la ciencia, tienen un valor por sí mismos, lejos de los mercados, el dólar o el euro. Existe un sentido en todo lo que nos rodea, un motivo y un hilo conductor, que no desvelaremos con clases de economía en las que nos alertan de las artimañas capitalistas. Mientras nuestros hijos las sufren y la ignorancia paterna se congratula, el lupanar macroeconómico se guarda un as en la manga, las supuestas democracias no levantan un dedo para crear leyes en las que se proteja al ciudadano de a pie y los bien cebados corruptos se parten de risa.

Sueños. Lo que necesitamos son más sueños, alas para nuestros pies y para nuestra mente, perlas en medio de la piara de cerdos. El mundo, devoto de San Avaro, construye autopistas y vías rápidas arrasando patrimonio, los chimpines se cargan petroglifos y las termitas se dan un festín de lujo con nuestros retablos. ¡Que viva la globalización!

Son las ilusiones, los deseos y hasta las debilidades los que nos hacen más humanos, y, al tiempo, más sabios.  Eres tú, es la utopía, son los momentos irrepetibles. Podría ser una mañana en la escuela en la que alguien nos abre los ojos a la riqueza que nos rodea. Podría ser un atardecer de verano en Mogor, el justo instante en el que el agua, el cielo y la piedra comparten un mismo espacio.