Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

jueves, 3 de noviembre de 2011

MALEDICTUS


Existen los innombrables, seres del averno sedientos de sangre ajena que deambulan buscando a sus víctimas entre los inocentes. Los podemos encontrar a cualquier hora y en cualquier lugar, ocultos tras las espesas almenas de la indiferencia, la soberbia o la autosuficiencia. Huyen de la luz de la verdad, resguardándose en la ambigüedad, las dobles intenciones o la hipocresía. Las tinieblas son su hábitat natural y el lugar donde su poder cenital alcanza los más altos valores. Buscan su alimento parasitando a sus congéneres, adueñándose de sus ideas, consejos, experiencias, contactos y apoyos de toda índole. Mientras obtienen beneficios, establecen con el objeto de su deseo una relación cordial , seductora, hasta puede que apasionada. En cuanto el incauto ya no puede proporcionarle aquello que estos depravados hijos de la oscuridad demandan, se abalanzan sobre él intentando destruirle, o lo que es lo mismo, desprestigiarle, desestabilizarle o abocarle a la tragedia o la enfermedad. Son implacables. Son insaciables. A la diáfana luz del amanecer se convierten en polvo. Sin embargo, respaldados en sus artimañas y en la noche que les presta secreto cobijo, asedian las aldeas, las casas, los dormitorios y hasta las almas. Son ya toda una plaga.

¡¡¡Maledictus!!! Volved a la oscuridad mental que os es propia. Tomad reposo en la tierra del anonimato y la mediocridad de la que habéis nacido. Tragaos las tinieblas, el dolor  y las dudas que arrastráis en vuestras miradas vacías. Dejad que fluya la vida y retornad al Hades, engendros sombríos, mientras el sol asoma . Contemplad la tristeza de vuestra existencia.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

AY,QUIÉN MANEJA MI BARCA...



Definitivamente soy incorregible. Llevo largos años jurando y perjurando, con el infierno como testigo, no volver a meterme allí donde no me llaman...Sin embargo,  cuando media un asunto que clama justicia a voces, olvido mis promesas aderezadas con fracasos y decepciones y me lanzo a la aventura. También es cierto que, recién terminado el bachillerato, alguien opinó que lo mío era dedicarme al socorrismo, las urgencias médicas o los deportes de riesgo. Por algún misterioso motivo,finalmente aterricé en la enseñanza, ignorando, incauta de mí, que resultaría la opción más peligrosa.

Sin ir más lejos, el último episodio del thriller  “Las tripas de los Centros Educativos” me ha dejado sin aliento. Sitúese el lector:

“Noche de tormenta, inmensas olas zarandean una nave que casi pierde el rumbo en el vendaval. Los mástiles crujen y las velas se rasgan. En la oscuridad, veo como uno de los marineros, emboscado en las sombras,  empuja por babor al más veterano de los miembros de la tripulación. De inmediato, doy la voz de alarma y, sin dudarlo, me lanzo al agua al rescate, carente de salvavidas o de un cabo al que asirme. En medio de montañas de agua, ayudo al compañero a volver a cubierta , a recuperar el aliento y a secar su ropa. Cuando el capitán se dirige a mi tras el incidente, se resiste a creer la versión íntegra de los hechos, exculpando a cualquier ocupante del navío y aludiendo al mal estado de la mar y la oscuridad reinante. Tal vez teme un motín, o tal vez  intenta ocultar que no se encontraba, como su obligación requería en semejantes circunstancias, en el puente de mando. El caso es que yo me gano la gratitud del tripulante accidentado, la desconfianza de algunos y el sarcasmo de otros. El capitán juega a caballo ganador, siempre y cuando, otra noche de tormenta, no tenga la osadía de pasear por cubierta sin las consabidas precauciones. Porque un traidor es un traidor y tarde o temprano lo intentará de nuevo. Pero un capitán negligente e irresponsable tiene tanta o más culpa cuando, estando al tanto de lo ocurrido, lo disculpa para evitar situaciones incómodas.”

Ya he dicho que no tengo remedio, que en cuanto suenan las apocalípticas trompetas que aluden a la profesionalidad, el sentido común, la veracidad o el compañerismo más sano, salto sobre mi caballo bayo dispuesta a hacer justicia, sin pensar en nada más. Quizá el problema no sea mío, y el mundo y sus capitanes (o sus jefecillos sin más) no estén dispuestos a ceder ni un gramo al altruismo y a la honradez  por el simple hecho de que causan problemas. Resulta más amable, y también bastante más mezquino, dejar que el río fluya. Así van las cosas.

Por lo pronto, la próxima vez que arrecie el temporal, y mientras viaje en el mismo barco, pienso refugiarme a salvo de ráfagas y sibilinas intenciones, adormecerme y vegetar junto a los candiles. No me apetece, por decirlo de algún modo, protagonizar la próxima entrega de un  thriller que ya empieza a resultar demasiado previsible.

miércoles, 3 de agosto de 2011

CRÍA CUERVOS



 


Todo empieza cuando, aun en el seno materno, se nos ocurre estimular sus sentidos poniéndoles música clásica. A partir de ahí, comienza una larga y ardua carrera en pos de no se sabe muy bien qué.

Vienen al mundo entre un sinfín de discusiones y decisiones: parto natural o anestesia epidural, nombre exótico o tradicional, minicuna o cuna clásica, lactancia materna, combinada, artificial...pero en cuanto se acaban los meses de permiso por maternidad nuestra gran preocupación es con quién se va a quedar: los sufridores abuelos o la guardería. Mientras tanto, las ojerosas madres se regalan sesiones extra de ejercicios para reaparecer en su mundo como si nada hubiera pasado y tener un hijo se pareciese al esfuerzo de haber expulsado un mal gas intestinal.

Pronto surgen nuevas preocupaciones: seguir estimulando sus pequeños cerebros en formación con una ingente cantidad de actividades, sonidos, imágenes, tactos... para que coja gusto por los libros, equilibrio, para que acepte nuevos sabores, para que tenga fuerza en los pies, en las manos, para que aprenda los colores,  a nadar, a tocar un instrumento, a hablar, a caminar, a... lo antes posible, lo mejor posible. ¡Dios mío! Nos hemos olvidado que estamos frente a un bebé, un ser humano pequeñito, no una colección de videos caseros y fotos en todas las posturas.

Algo más tarde comienza la etapa de las guerras: la guerra del pañal, la guerra del chupete, la guerra del cambio a la cama y la guerra de la alimentación sólida. A estas alturas hemos perdido tantas energías enseñando chorradas, achuchando y tirando del raciocinio de nuestros inocentes infantes, que nos encontramos en un momento de disimulado cansancio. Abordamos estas tareas con cierta desgana. Muchas veces mentimos al vecino y al pediatra, puede que hasta a la abuela. Pero todo acaba yendo horriblemente mal. Nuestro engendro no cumple los plazos establecidos por algún sesudo al  que debieron haber castrado antes de dejar descendencia. Se hace pis y caca, solo prueba lo que le da la gana, no duerme sin el chupete, se estrella en el pasillo cada vez que se echa a andar... etapa de la frustración.

Es entonces cuando los sufridos padres, que tienen obligaciones como el levantarse cada día a las siete, deciden que lo mejor es delegar. Aquí entra la nani, la guardería o nuevamente los sufridos abuelos. Mal que bien, cada uno a su ritmo (quien piense otra cosa está apañado) van evolucionando y convirtiéndose en niños en edad escolar, ¡todo un chollo!

Ya no hay necesidad de seguir educándoles, pues ¿para qué está el colegio?

El colegio. Ese maravilloso ente al que entregamos promesas de gamberros y nos devuelve hombres y mujeres de provecho. Se acabaron los sinsabores y todo devenir y circunstancia se aplaza hasta nuevo aviso. Eso sí, de vez en cuando es preciso mentir a la maestra sobre las normas de nuestro hogar o las conversaciones que tenemos con nuestro precioso ejemplar de homo sapiens en miniatura. Pero lo peor ya ha pasado, especialmente si el centro escolar cuenta con comedor y actividades en las que tener entretenida a la criaturita el tiempo suficiente... ¿suficiente...??? Tal vez resultaría mejor algo más de caña, hay demasiadas vacaciones, y los fines de semana se pone insoportable... Más y más actividades extra, casa de los abuelos el finde,  campamentos en verano, videoconsolas, parques temáticos del desatino, guarderías de la responsabilidad, percheros circunstanciales de las obligaciones.

Cualquier día nos damos cuenta de que hay un perfecto desconocido que vive en nuestra casa y casi no opina, solamente pide dinero para saciar sus múltiples necesidades. Apenas demuestra afecto hacia nada de lo que lo rodea. Vegeta entre muebles juveniles y pantallas, tiene amigos (¿?) a los que no conocemos y experiencias que ni imaginamos. Nos mira con una mezcla de desazón y desprecio y estamos seguros de que no tendrá ningún reparo en dejarnos en la estacada si alguna vez nos constituimos en un estorbo para sus planes. Porque sí, tiene planes, oscuros planes que nublarán nuestro futuro, secretos planes anidados en lo más profundo de su alma.

Entonces llegará la gran pregunta: ¿qué hemos hecho mal?

Volvamos a empezar. Me refiero a la música clásica en el seno materno. Aclaremos nuestras ideas. Un hijo es una persona. Y un reto. Una asignatura difícil. Una pasión. No somos nosotros, ni los otros. Es él, o ella, ante un mundo cambiante. Asumirlo es costoso, complicado, comprometido y la aventura más grande a la que nadie pueda enfrentarse.


Siempre habrá criadores de cuervos y  quien prefiera al bebé indefenso, al muñeco imberbe de necesidades primarias, mientras se repite, indolente, que le encantan los niños. Pero yo soy un cardo borriquero y más bien me preocupa poder asumir mi papel con un mínimo de decencia. No me enternezco ni me salen ampollas por ver a un churumbel en su capazo. No me deshago en halagos edulcorados con lazos y puntillas. Me gusta que crezcan y verles crecer, hacerse hombres y mujeres, sin perderme lo importante, permaneciendo a su lado e intentando conocer al ser humano que llevan dentro. Todo un camino pedregoso, tal y como van las cosas.

miércoles, 13 de julio de 2011

TODOS A UNA

                          
             

Se han puesto de moda unos estilos de vida basados en pseudofilosofías que nacen al calor de una civilización (si así pudiéramos llamarla) carente de personalidad y de sentido crítico. El derecho al pensamiento libre, tan traído y llevado a lo largo de los estertores político-sociales que parieron las estructuras actuales, se ha convertido en una anécdota. Puede que peor, se ha prostituido, plegándose a los deseos y necesidades de los bárbaros contemporáneos: la gran empresa, el vil metal, la cálida comodidad del sillón. No hay más que mirar a nuestro alrededor para comprobar como la discrepancia es la última de las virtudes: tiendas de cadena, monovolúmenes en cuanto nuestro churumbel asoma la cabeza, hogares de diseño de execrable frialdad, cuerpos desangelados a medias entre el gimnasio de barrio y la dieta de la acachofa. ¡Todos a una como Fuenteovejuna!

A fin de cuentas vivimos tiempos en los que TODO VALE, aunque su validez sea muy cuestionable. Pero no voy a adoptar aquí una postura que algunos tacharían de poco democrática: dejemos a los borregos aborregarse con libertad y a los acomodados acomodarse. Así, el caldo de cultivo de los parásitos y los oportunistas continuará repleto de nutrientes, que, tal vez, algún espabilado convertirá en dividendos blanqueados en Suiza o en las Islas Caimán. Mientras tanto, todos contentos y punto pelota.

Hay, sin embargo, algo que no alcanzo a comprender en este guión y es por qué esa supuesta democracia, libertad de hacer lo que me da la gana, dicta normas que condenan a la oveja negra, a la que por cualquier razón se sale del rebaño o a la que bala de un modo divergente.

Yo creía que en intentar nuevos caminos, ver los problemas desde ópticas distintas o aventurar pasos más allá de lo conocido o de lo seguro estaba la verdadera CIENCIA (sí, sí, con mayúsculas), el AVANCE de la humanidad. También creía que el ser distintos y poner en tela de juicio lo que nos venden era un motor de mejora y de enriquecimiento personal y colectivo. ¡Vaya que debía estar yo equivocada!

Lo siento mucho, amigos. De verdad que lo siento. Tenía razón mi abuela, una sabia y una santa, que me aconsejaba aquello de “en terra de lobos hai que ouvear coma todos”. El pescado está vendido. He aquí los mandamientos de la nueva ley:

- Aunque lo disfrazarás de múltiples maneras, el poder económico dominante será tu único dios.

-Comprarás uniformes basura en tiendas de cadena porque ya no hay profesionales que aconsejen a una quinceañera sobre el modo de resaltar sus encantos naturales sin parecer una prostituta

-No desafiarás el orden establecido: tendrás pareja estable, trabajo, comprarás el piso, el monovolumen , tendrás el primer hijo y luego el segundo, te irás regularmente de vacaciones y darás matute a tus mayores en cuanto empiecen a ser un estorbo, todo ello siempre en el tiempo estimado para tales fines.

- No opinarás sobre hechos relevantes y te mantendrás en espacios de insípida tibieza mientras no te afecten directamente los cambios.

- Criarás a tus hijos con respeto y devoción hacia el orden establecido y procurarás que los demás también lo hagan. Hay que atar corto a los consumidores

- Si todavía guardas sentimientos que no encajan, opiniones que son incómodas o cualquier otro tipo de extravagancia que se encuentre fuera de lo que en el momento es la opinión de moda, y por lo tanto, la correcta y aceptable, intenta disimular: eres tú el que está equivocado.

- Si aparece una voz discrepante, una oveja negra o una china en el zapato, la manera de aislar al gen regresivo es condenarlo al olvido o a la exclusión social.



Así están las cosas y da hasta miedo ese dicho de procread y poblad la Tierra. Sin embargo, lo cierto es que no me importa demasiado que a mi hija pequeña le guste más Fisterra que el Parque Disney, que espere el tiempo necesario para hacer la digestión antes de estar de remojo, que aborrezca el miniclub de los hoteles, las fiestas de la espuma con hinchables o las piscinas de agua caldosa. Al fin y al cabo, es hija mía, y ha protestado hasta por ponerle el chupete. Eso si es verdadera libertad.

lunes, 11 de julio de 2011

UN HOMBRE Y UN DESTINO





Tenía esa clase de inteligencia preclara que este país echó a perder entre posguerras, transformación de estructuras obsoletas, tabaco de contrabando y crisis, eso sí, muy diferente de la generada en laboratorio que ronda nuestros días.

Los suyos fueron años distintos, tachonados de pendientes imposibles, casi de montaña rusa, trabajos inestables que no tenían en cuenta la capacitación del obrero, desempleo sin subsidio y un sistema sanitario en cuyo diccionario aún no se incluían los términos depresión o estrés. Nunca fue un mundo para él.

Cometió el error de no ser complaciente con casi nada de lo que se le planteaba, y, por lo tanto, fue calificado como RARO por la mayor parte de las personas que le rodeaban. Confieso que también, en mi ignorancia, lo pensé con frecuencia, deseando que se ajustase a un patrón tal vez más convencional y menos incómodo. Pero el caso es que le importaba un rábano lo que opinaran de él: donde pongo el ojo pongo la bala. Todo un peligro discursivo dispuesto a abalanzarse sobre cualquier situación, a comprometida que resultase. Os juro que era como caminar junto a una bomba de relojería.

Sus razones tenía. No hubo tiempo suficiente de desgranarlas una a una, pero a medida que se marcan las arrugas en mi frente, voy comprendiendo mejor lo sumamente enfadado que debió sentirse con un mundo que no le hacía justicia. Aun recuerdo como bromeábamos, a escondidas, de aquellas peculiaridades, trivializando situaciones para volverlas más digestibles. Nos reíamos mucho cuando descargaba su rabia, cual enfurecida tormenta, sobre alguna localidad del Morrazo, condenándola al fuego y la ceniza, como si de sus tumbas se hubiesen levantado los piratas berberiscos o los crueles vikingos que asolaron sus costas. ¡Vaya por Dios! Lo peor es que la vida me ha enseñado que tal vez tuviese mucha razón.

Como casi siempre, los jóvenes muy jóvenes ( hoy en día diríamos los pipiolos muy, muy jóvenes) teníamos un gran trecho por delante, y aquel hombre con tantos kilómetros en el cuerpo y tanta experiencia en las manos , nos sacaba veinte pueblos de ventaja. O tal vez más, porque no es lo mismo hacer kilómetros parafraseando la Guía del Trotamundos que marcarlos a fuerza de obligaciones o de trabajo, con la mente abierta a nuevas experiencias, con valentía y aplomo. Se ganó con creces su autoridad. Se dejó la piel en el camino y la saliva dando consejos o pronunciando sentencias que muchos lamentaron no haber seguido. No fue un lechuguino inútil, un niño consentido con cara de cuartilla que se cree listo, uno de esos tipos que se las da de  sobrao” en todos los foros, un pedante integral con maneras humildes que tanto abundan hoy en día. Era un tipo realmente inteligente, con una mente prodigiosa, capaz de reproducir con la gubia hasta el más mínimo detalle de una silla de comedor o de mantener la sangre fría al mando de las máquinas de un barco que se va a pique en  Costa da Morte. Era capaz de disfrutar, con pulcrísima moderación, de las cualidades de un buen vino y de sudar (literalmente) la camiseta a lo largo de una jornada de agosto trabajando bajo un sol de justicia. Nunca se le dio por escribir un libro con sus memorias que, sin duda, hubiera sido un Best Seller en el que se basaría algún guión cinematográfico.



Ya no quedan hombres así, tan entregados, tan honestos y tan grandes. Hoy tenemos presidentes, alcaldes, diputados... mediocres, con suerte, buscavidas, en la mayor parte de los casos. La verdadera inteligencia está, no sé si perdida o escondida bajo una densa capa de polvo que emana de las bocas que rezan a Santa Economía día y noche. Las mentes abiertas no son rentables. En realidad no lo han sido nunca.

Este hombre, tan rarito, tan extravagante, motivo de nuestras bromas y nuestra desesperación, con palabras que se convertían en un campo minado y ojos que recordaban al Mar de los Sargazos, dejó este mundo con más sinsabores que momentos de gloria, esperando una cirugía cardiaca que nunca llegó. Después de estar cotizando toda su vida a la Seguridad Social y de ofrecer múltiples servicios a su país recibió como pago una larga lista de espera y dificultades para hacer valer sus derechos a ser intervenido por los mismos profesionales que habían diagnosticado su dolencia años atrás. No hubo despedidas.

Hoy en día me planteo que hubiera opinado de los momentos que vivimos, si bien es cierto que pronosticaba un futuro donde los psiquiatras serían la profesión estrella. Me imagino que se hubiera echado a reír, cuando en medio de mi crispación resolví que lo mejor era incendiar cierta villa del Morrazo. Supongo que se relamería de gusto al comprobar que escupo fuego como el dragón de San Jorge cuando me pisan un callo... No creo que le gustase el mundo en que nos ha tocado vivir pero el suyo tampoco fue sencillo. Son hechos en los que no cabe elección. Eligio sabía mucho de eso, y de más cosas todavía.