Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

miércoles, 13 de julio de 2011

TODOS A UNA

                          
             

Se han puesto de moda unos estilos de vida basados en pseudofilosofías que nacen al calor de una civilización (si así pudiéramos llamarla) carente de personalidad y de sentido crítico. El derecho al pensamiento libre, tan traído y llevado a lo largo de los estertores político-sociales que parieron las estructuras actuales, se ha convertido en una anécdota. Puede que peor, se ha prostituido, plegándose a los deseos y necesidades de los bárbaros contemporáneos: la gran empresa, el vil metal, la cálida comodidad del sillón. No hay más que mirar a nuestro alrededor para comprobar como la discrepancia es la última de las virtudes: tiendas de cadena, monovolúmenes en cuanto nuestro churumbel asoma la cabeza, hogares de diseño de execrable frialdad, cuerpos desangelados a medias entre el gimnasio de barrio y la dieta de la acachofa. ¡Todos a una como Fuenteovejuna!

A fin de cuentas vivimos tiempos en los que TODO VALE, aunque su validez sea muy cuestionable. Pero no voy a adoptar aquí una postura que algunos tacharían de poco democrática: dejemos a los borregos aborregarse con libertad y a los acomodados acomodarse. Así, el caldo de cultivo de los parásitos y los oportunistas continuará repleto de nutrientes, que, tal vez, algún espabilado convertirá en dividendos blanqueados en Suiza o en las Islas Caimán. Mientras tanto, todos contentos y punto pelota.

Hay, sin embargo, algo que no alcanzo a comprender en este guión y es por qué esa supuesta democracia, libertad de hacer lo que me da la gana, dicta normas que condenan a la oveja negra, a la que por cualquier razón se sale del rebaño o a la que bala de un modo divergente.

Yo creía que en intentar nuevos caminos, ver los problemas desde ópticas distintas o aventurar pasos más allá de lo conocido o de lo seguro estaba la verdadera CIENCIA (sí, sí, con mayúsculas), el AVANCE de la humanidad. También creía que el ser distintos y poner en tela de juicio lo que nos venden era un motor de mejora y de enriquecimiento personal y colectivo. ¡Vaya que debía estar yo equivocada!

Lo siento mucho, amigos. De verdad que lo siento. Tenía razón mi abuela, una sabia y una santa, que me aconsejaba aquello de “en terra de lobos hai que ouvear coma todos”. El pescado está vendido. He aquí los mandamientos de la nueva ley:

- Aunque lo disfrazarás de múltiples maneras, el poder económico dominante será tu único dios.

-Comprarás uniformes basura en tiendas de cadena porque ya no hay profesionales que aconsejen a una quinceañera sobre el modo de resaltar sus encantos naturales sin parecer una prostituta

-No desafiarás el orden establecido: tendrás pareja estable, trabajo, comprarás el piso, el monovolumen , tendrás el primer hijo y luego el segundo, te irás regularmente de vacaciones y darás matute a tus mayores en cuanto empiecen a ser un estorbo, todo ello siempre en el tiempo estimado para tales fines.

- No opinarás sobre hechos relevantes y te mantendrás en espacios de insípida tibieza mientras no te afecten directamente los cambios.

- Criarás a tus hijos con respeto y devoción hacia el orden establecido y procurarás que los demás también lo hagan. Hay que atar corto a los consumidores

- Si todavía guardas sentimientos que no encajan, opiniones que son incómodas o cualquier otro tipo de extravagancia que se encuentre fuera de lo que en el momento es la opinión de moda, y por lo tanto, la correcta y aceptable, intenta disimular: eres tú el que está equivocado.

- Si aparece una voz discrepante, una oveja negra o una china en el zapato, la manera de aislar al gen regresivo es condenarlo al olvido o a la exclusión social.



Así están las cosas y da hasta miedo ese dicho de procread y poblad la Tierra. Sin embargo, lo cierto es que no me importa demasiado que a mi hija pequeña le guste más Fisterra que el Parque Disney, que espere el tiempo necesario para hacer la digestión antes de estar de remojo, que aborrezca el miniclub de los hoteles, las fiestas de la espuma con hinchables o las piscinas de agua caldosa. Al fin y al cabo, es hija mía, y ha protestado hasta por ponerle el chupete. Eso si es verdadera libertad.

lunes, 11 de julio de 2011

UN HOMBRE Y UN DESTINO





Tenía esa clase de inteligencia preclara que este país echó a perder entre posguerras, transformación de estructuras obsoletas, tabaco de contrabando y crisis, eso sí, muy diferente de la generada en laboratorio que ronda nuestros días.

Los suyos fueron años distintos, tachonados de pendientes imposibles, casi de montaña rusa, trabajos inestables que no tenían en cuenta la capacitación del obrero, desempleo sin subsidio y un sistema sanitario en cuyo diccionario aún no se incluían los términos depresión o estrés. Nunca fue un mundo para él.

Cometió el error de no ser complaciente con casi nada de lo que se le planteaba, y, por lo tanto, fue calificado como RARO por la mayor parte de las personas que le rodeaban. Confieso que también, en mi ignorancia, lo pensé con frecuencia, deseando que se ajustase a un patrón tal vez más convencional y menos incómodo. Pero el caso es que le importaba un rábano lo que opinaran de él: donde pongo el ojo pongo la bala. Todo un peligro discursivo dispuesto a abalanzarse sobre cualquier situación, a comprometida que resultase. Os juro que era como caminar junto a una bomba de relojería.

Sus razones tenía. No hubo tiempo suficiente de desgranarlas una a una, pero a medida que se marcan las arrugas en mi frente, voy comprendiendo mejor lo sumamente enfadado que debió sentirse con un mundo que no le hacía justicia. Aun recuerdo como bromeábamos, a escondidas, de aquellas peculiaridades, trivializando situaciones para volverlas más digestibles. Nos reíamos mucho cuando descargaba su rabia, cual enfurecida tormenta, sobre alguna localidad del Morrazo, condenándola al fuego y la ceniza, como si de sus tumbas se hubiesen levantado los piratas berberiscos o los crueles vikingos que asolaron sus costas. ¡Vaya por Dios! Lo peor es que la vida me ha enseñado que tal vez tuviese mucha razón.

Como casi siempre, los jóvenes muy jóvenes ( hoy en día diríamos los pipiolos muy, muy jóvenes) teníamos un gran trecho por delante, y aquel hombre con tantos kilómetros en el cuerpo y tanta experiencia en las manos , nos sacaba veinte pueblos de ventaja. O tal vez más, porque no es lo mismo hacer kilómetros parafraseando la Guía del Trotamundos que marcarlos a fuerza de obligaciones o de trabajo, con la mente abierta a nuevas experiencias, con valentía y aplomo. Se ganó con creces su autoridad. Se dejó la piel en el camino y la saliva dando consejos o pronunciando sentencias que muchos lamentaron no haber seguido. No fue un lechuguino inútil, un niño consentido con cara de cuartilla que se cree listo, uno de esos tipos que se las da de  sobrao” en todos los foros, un pedante integral con maneras humildes que tanto abundan hoy en día. Era un tipo realmente inteligente, con una mente prodigiosa, capaz de reproducir con la gubia hasta el más mínimo detalle de una silla de comedor o de mantener la sangre fría al mando de las máquinas de un barco que se va a pique en  Costa da Morte. Era capaz de disfrutar, con pulcrísima moderación, de las cualidades de un buen vino y de sudar (literalmente) la camiseta a lo largo de una jornada de agosto trabajando bajo un sol de justicia. Nunca se le dio por escribir un libro con sus memorias que, sin duda, hubiera sido un Best Seller en el que se basaría algún guión cinematográfico.



Ya no quedan hombres así, tan entregados, tan honestos y tan grandes. Hoy tenemos presidentes, alcaldes, diputados... mediocres, con suerte, buscavidas, en la mayor parte de los casos. La verdadera inteligencia está, no sé si perdida o escondida bajo una densa capa de polvo que emana de las bocas que rezan a Santa Economía día y noche. Las mentes abiertas no son rentables. En realidad no lo han sido nunca.

Este hombre, tan rarito, tan extravagante, motivo de nuestras bromas y nuestra desesperación, con palabras que se convertían en un campo minado y ojos que recordaban al Mar de los Sargazos, dejó este mundo con más sinsabores que momentos de gloria, esperando una cirugía cardiaca que nunca llegó. Después de estar cotizando toda su vida a la Seguridad Social y de ofrecer múltiples servicios a su país recibió como pago una larga lista de espera y dificultades para hacer valer sus derechos a ser intervenido por los mismos profesionales que habían diagnosticado su dolencia años atrás. No hubo despedidas.

Hoy en día me planteo que hubiera opinado de los momentos que vivimos, si bien es cierto que pronosticaba un futuro donde los psiquiatras serían la profesión estrella. Me imagino que se hubiera echado a reír, cuando en medio de mi crispación resolví que lo mejor era incendiar cierta villa del Morrazo. Supongo que se relamería de gusto al comprobar que escupo fuego como el dragón de San Jorge cuando me pisan un callo... No creo que le gustase el mundo en que nos ha tocado vivir pero el suyo tampoco fue sencillo. Son hechos en los que no cabe elección. Eligio sabía mucho de eso, y de más cosas todavía.