Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

martes, 8 de noviembre de 2016

LA SOMBRA DE ISOLDA






       Eran blancas las velas del barco de Isolda. Blancas como la nieve. Pero Tristán estaba ciego y sordo. La oscuridad había escalado demasiados peldaños en su alma, mientras el veneno latía en las venas más hondas desde las heridas abiertas.

      Sin embargo, y a pesar de todas las desventuras, Isolda seguía en pie, fiel a su deber y a su corazón , en ese extraño equilibrio que la había convertido en una mujer más valiente y más sabia.
     Tal vez se hubiera enamorado del hombre equivocado. O tal vez no. Probablemente, el destino había conjurado en su contra, con el océano como testigo, la misma noche en que ambos embarcaban hacia Cornualles. Porque, imprevisiblemente, habían sido tocados por la mano de lo extraordinario, un pesaroso regalo, un amor que hundía sus raíces más allá de lo razonable o de lo razonado.
     Isolda, templada como el acero, siguió la senda de todas aquellas mujeres que han sido educadas para hacer exactamente lo que se espera de ellas. Su persona fue el precio de la paz, pero su vida estalló, partiéndose en mil pedazos. Tristán no supo permanecer a su lado, ni entendió jamás su corazón dividido. Por eso, al cabo de un tiempo, viajó a Bretaña buscando consuelo a un mal del que nunca hallaría cura...no se puede huír de uno mismo.

      La sombra de Isolda planea todavía sobre el mar de los tiempos, rosal y vid entrelazados en la eternidad. Muchas mujeres apuestan por su deber frente a su corazón, condenándose a vivir sin sueños propios, evitando con sus decisiones males mayores, cediendo ante las exigencias de los tiempos, relegadas a un segundo plano. Son valientes, pero firmes. Mantienen su palabra, el timón del barco que las conduce a un destino incierto, mientras sus fuerzas flaquean. Son capaces de inmolar su alma y perdonar lo imperdonable. Pero, al final, mueren. Se desploman sobre la arena de una playa inhóspita mientras todo lo que aman, todo lo que esperan, pierde la vida, la oportunidad de crecer bajo un sol libre de nubes.

     La sombra de Isolda aumenta en los grises días de noviembre, sin vino ni rosas. No dejéis que os alcance.