No es solamente la lluvia torrencial, el viento que desnuda
el pudor del castaño, el vertiginoso transcurrir de los días, de los trenes en
las tardes de domingo, de la prisa mojada en angustia. No son las palabras que
ya no existen y se han quedado grabadas, como improvisados fósiles, en los
pliegues de mi memoria. Tampoco es la ausencia, ni el silencio, ni la
distancia.
Un vacío extraño. Una catástrofe en el reconocerme menos
impulsiva y no por ello más sabia. Un sueño en el que vuelvo a ti como si nada
hubiese ocurrido, como si la vida entera hubiera retomado su marcha tiempo
atrás y todavía existieran oportunidades para el reencuentro.
Te reconocí esta noche, mientras dormía. Llevabas de tu mano
la esperanza, la sonrisa, la promesa.
Volví a ser yo misma y supe, con esa certeza absoluta de quien lo ignora
todo, que también me buscabas.
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