Se han puesto de moda unos estilos de vida basados en pseudofilosofías que nacen al calor de una civilización (si así pudiéramos llamarla) carente de personalidad y de sentido crítico. El derecho al pensamiento libre, tan traído y llevado a lo largo de los estertores político-sociales que parieron las estructuras actuales, se ha convertido en una anécdota. Puede que peor, se ha prostituido, plegándose a los deseos y necesidades de los bárbaros contemporáneos: la gran empresa, el vil metal, la cálida comodidad del sillón. No hay más que mirar a nuestro alrededor para comprobar como la discrepancia es la última de las virtudes: tiendas de cadena, monovolúmenes en cuanto nuestro churumbel asoma la cabeza, hogares de diseño de execrable frialdad, cuerpos desangelados a medias entre el gimnasio de barrio y la dieta de la acachofa. ¡Todos a una como Fuenteovejuna!
A fin de cuentas vivimos tiempos en los que TODO VALE, aunque su validez sea muy cuestionable. Pero no voy a adoptar aquí una postura que algunos tacharían de poco democrática: dejemos a los borregos aborregarse con libertad y a los acomodados acomodarse. Así, el caldo de cultivo de los parásitos y los oportunistas continuará repleto de nutrientes, que, tal vez, algún espabilado convertirá en dividendos blanqueados en Suiza o en las Islas Caimán. Mientras tanto, todos contentos y punto pelota.
Hay, sin embargo, algo que no alcanzo a comprender en este guión y es por qué esa supuesta democracia, libertad de hacer lo que me da la gana, dicta normas que condenan a la oveja negra, a la que por cualquier razón se sale del rebaño o a la que bala de un modo divergente.
Yo creía que en intentar nuevos caminos, ver los problemas desde ópticas distintas o aventurar pasos más allá de lo conocido o de lo seguro estaba la verdadera CIENCIA (sí, sí, con mayúsculas), el AVANCE de la humanidad. También creía que el ser distintos y poner en tela de juicio lo que nos venden era un motor de mejora y de enriquecimiento personal y colectivo. ¡Vaya que debía estar yo equivocada!
Lo siento mucho, amigos. De verdad que lo siento. Tenía razón mi abuela, una sabia y una santa, que me aconsejaba aquello de “en terra de lobos hai que ouvear coma todos”. El pescado está vendido. He aquí los mandamientos de la nueva ley:
- Aunque lo disfrazarás de múltiples maneras, el poder económico dominante será tu único dios.
-Comprarás uniformes basura en tiendas de cadena porque ya no hay profesionales que aconsejen a una quinceañera sobre el modo de resaltar sus encantos naturales sin parecer una prostituta
-No desafiarás el orden establecido: tendrás pareja estable, trabajo, comprarás el piso, el monovolumen , tendrás el primer hijo y luego el segundo, te irás regularmente de vacaciones y darás matute a tus mayores en cuanto empiecen a ser un estorbo, todo ello siempre en el tiempo estimado para tales fines.
- No opinarás sobre hechos relevantes y te mantendrás en espacios de insípida tibieza mientras no te afecten directamente los cambios.
- Criarás a tus hijos con respeto y devoción hacia el orden establecido y procurarás que los demás también lo hagan. Hay que atar corto a los consumidores
- Si todavía guardas sentimientos que no encajan, opiniones que son incómodas o cualquier otro tipo de extravagancia que se encuentre fuera de lo que en el momento es la opinión de moda, y por lo tanto, la correcta y aceptable, intenta disimular: eres tú el que está equivocado.
- Si aparece una voz discrepante, una oveja negra o una china en el zapato, la manera de aislar al gen regresivo es condenarlo al olvido o a la exclusión social.
Así están las cosas y da hasta miedo ese dicho de procread y poblad la Tierra. Sin embargo, lo cierto es que no me importa demasiado que a mi hija pequeña le guste más Fisterra que el Parque Disney, que espere el tiempo necesario para hacer la digestión antes de estar de remojo, que aborrezca el miniclub de los hoteles, las fiestas de la espuma con hinchables o las piscinas de agua caldosa. Al fin y al cabo, es hija mía, y ha protestado hasta por ponerle el chupete. Eso si es verdadera libertad.
Beeeee!
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