Existen los innombrables, seres del averno sedientos de sangre ajena que deambulan buscando a sus víctimas entre los inocentes. Los podemos encontrar a cualquier hora y en cualquier lugar, ocultos tras las espesas almenas de la indiferencia, la soberbia o la autosuficiencia. Huyen de la luz de la verdad, resguardándose en la ambigüedad, las dobles intenciones o la hipocresía. Las tinieblas son su hábitat natural y el lugar donde su poder cenital alcanza los más altos valores. Buscan su alimento parasitando a sus congéneres, adueñándose de sus ideas, consejos, experiencias, contactos y apoyos de toda índole. Mientras obtienen beneficios, establecen con el objeto de su deseo una relación cordial , seductora, hasta puede que apasionada. En cuanto el incauto ya no puede proporcionarle aquello que estos depravados hijos de la oscuridad demandan, se abalanzan sobre él intentando destruirle, o lo que es lo mismo, desprestigiarle, desestabilizarle o abocarle a la tragedia o la enfermedad. Son implacables. Son insaciables. A la diáfana luz del amanecer se convierten en polvo. Sin embargo, respaldados en sus artimañas y en la noche que les presta secreto cobijo, asedian las aldeas, las casas, los dormitorios y hasta las almas. Son ya toda una plaga.
¡¡¡Maledictus!!! Volved a la oscuridad mental que os es propia. Tomad reposo en la tierra del anonimato y la mediocridad de la que habéis nacido. Tragaos las tinieblas, el dolor y las dudas que arrastráis en vuestras miradas vacías. Dejad que fluya la vida y retornad al Hades, engendros sombríos, mientras el sol asoma . Contemplad la tristeza de vuestra existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario