Hilo de Tanza es, ante todo, un modo de ser, de sentir y de vivir. Aquí tienen cabida la pesca de altura y la de bajura: los deseos, las opiniones, las críticas y los sueños de quienes no hallamos un mejor modo de darlos a conocer. Quizá encuentres tu lugar en este océano de voces.

domingo, 7 de febrero de 2016

LA CAJA DE PANDORA






Hay días en los que me siento especialmente estúpida. Eso no significa que el resto del tiempo no lo sea, pero, como en todo, existen momentos especiales y únicos.

El tiempo nos va cambiando. Irremisiblemente. Nos ha convertido en los hombres o mujeres que somos, con todos nuestros problemas, con todos nuestros éxitos y con todos nuestros eufemismos (que siempre llevan “f”, como defecar o fallecer...). No nos parecemos demasiado a los cachorros de ojos redondos y brillantes que un día fuimos. Dicen que es ley de vida.
Dejamos atrás, como los trenes, distintas estaciones. Olvidamos o fingimos olvidar. Pasamos de largo ante la efigie de nuestros dioses de barro. Continuamos, con rumbo incierto, nuestro pedregoso camino.
Es un poco más adelante cuando aparecen las dudas. ¿Qué hubiera sucedido si, en su momento, hubiera tomado otra decisión? ¿Qué habrá sido de aquellos que compartieron conmigo una etapa, un peldaño de existencia? ¿A dónde han ido las ideas que acariciaban?¿En qué lugar, de qué modo, en qué situación se hallarán?...Lo que hemos vivido, lo que nos ha acompañado, no son más que fragmentos de nuestra propia historia, piezas del puzzle que es necesario encajar para recomponernos a nosotros mismos.
Y, sin embargo, la cuestión no resulta tan sencilla: ese mismo tiempo que nos construye, nos vuelve COBARDES. Cuesta mucho levantar el teléfono y preguntar por alguien abiertamente, con nombre y apellidos, en primerísima persona. Tememos encontrar ambigüedades, o, lo que es peor, la indiferencia, la frialdad o el vacío. Tememos aventurarnos en una empresa sin propósito fijo, salvo el de salvarnos o el de salvar un pequeño mundo que tal vez alguien haya ya enterrado. Tememos abrir la Caja de Pandora, sabiendo que, quizás, solamente atesora una remota esperanza.
Por eso la organización de fiestas y de encuentros se aplaza eternamente, junto con los cafés pendientes o las felicitaciones. Por eso nos aterroriza hacer ver a alguien que todavía nos importa. Por eso huimos poniendo cientos de excusas que nos hacen parecer más adultos y ocupados. Es una lástima que no seamos más VALIENTES y que dejemos pasar ante nuestros ojos oportunidades preciosas.

Hay, en efecto, días en los que me siento estúpida. No es nada, un simple SMS que fulmina la intención, mil veces prometida, de reunirnos un día cualquiera. Porque ya no es posible hacerlo todos juntos. Porque algunos han cruzado  a la otra orilla y es demasiado tarde.
No quiero ser COBARDE. No quiero que nadie lo sea conmigo. No quiero que me pille el toro con las cosas a medio resolver. Aunque suene mucho a Carpe Diem deslabazado y febril, la Caja de Pandora, como cualquier caja, ha sido creada para poder abrirse y cerrarse las veces necesarias.

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