Hubo un tiempo en el que callé. Me había cansado de predicar en el desierto y de que cualquier voz absurda se hiciese notar sobre los sonidos del bosque que surgía más allá de las fronteras de mi infancia. Eran cacareos, graznidos, promesas de rugidos que terminaban convertidos en acordes disonantes y se extinguían en la magnitud infinita de un cielo guardián. Un cielo siempre misterioso y siempre omnipresente.
En ese vaivén, el bullicio estrafalario no tenía propósito e iba mudando su timbre y su intensidad según las circunstancias. A veces se distinguía el tintineo de las monedas; otras, el eco grandilocuente de una palabra que retornaba, certera, a la propia garganta desde donde había sido liberada. Pero, por regla general, la banda sonora consistía en una curiosa mezcolanza de repeticiones y notas huecas, alaridos informes, llantos, rabietas, merengue y caramelo que endulzaban el mejunje fermentado de los momentos vacíos.
A medida que crecí, fui comprendiendo que la auténtica música se hallaba camuflada en el silencio, y era tan sublime, tan espectacular y poderosa que el mundo entero se rendía a su verdad, porque de ella nacía y en ella encontraba su sentido. Las voces estridentes menguaron, yendo a refugiarse a las orillas de un océano oscuro que únicamente presta atención a los cantos de sirena. Allí se desvanecieron, convertidas en abono para nuevas simientes.
Fue de ese modo que aprendí, encontrando en lo simple lo complejo y procurando no besar sin amor ni hablar sin motivo. Quizás ingenua o quizás estúpidamente idealista, vivo con el alma al pairo, sin hacer demasiado ruido, pero mi ser fluye a través de mi obra. Os presento al primero de mis hijos, un proyecto antiguo rescatado con el fin de que os hable al oído. Se llama Las Sumas de Riemann, una novela creada para revivir la última etapa de la adolescencia o para descubrirla, para criticar el universo educativo y para mejorarlo, para solidarizarse, para rebelarse y para dejarse llevar, de la mano de la protagonista, hacia tu verdadera voz.
Gracias por estar ahí.
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